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Tu Life Coach

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Soy un coach de vida, pero antes fui otras cosas. Estudié Psicología. Pero la abandoné porque me parecía que lo único que hacían era intentar ponerle puertas al campo. Así que estudié Medicina, que a los 20 años y con un poquito de prejuicio ya parece algo más serio. Y me especialicé en Neurología pues de un modo u otro yo lo que ansiaba era saber cómo funcionaba el cerebro, la mente —si es que no son la misma cosa—, ¡y hasta el alma si me apuras! Pues bien, he trabajado más de 10 años como neurólogo en el sistema público de salud español y lamento decirte que del alma ni rastro, y que la psiquiatría —y vaya por delante que, igual que la psicología, me parece apasionante— en la práctica deja el mismo sabor que una cápsula descafeinada de hacendado cuando lo que querías era un buen espresso.

Mi camino de crecimiento personal empezó hace algunos años, cuando por necesidad y curiosidad (más lo primero que lo segundo, y viceversa) entré en contacto con el psicoanálisis freudiano y jungiano, después con la terapia Gestalt, y finalmente con la filosofía oriental y la práctica diaria de la meditación y el hatha yoga.​ Durante este tiempo mi pasión por la psicología y la filosofía se mantenía intacta, pero era un vicio que tenía que llevar en secreto porque hace años gente muy seria me dijo que con ellas me moriría de hambre... Mi viaje de autoconocimiento ha sido sumamente enriquecedor, a ratos tortuoso, ecléctico, impredecible y apasionante. Y quizá por ello me siga emocionando tanto que una persona inicie o continue el suyo conmigo.

"He tenido la suerte de poder aunar todos mis conocimientos, provenientes de diferentes disciplinas, para crear así un estilo propio y muy personal de hacer coaching de vida."

Foto por ÁLVARO CRIVILLÉS

Soy coach, pero he sido muchas otras cosas. Fui un bebé risueño y más tarde un niño que sufrió en silencio el bullying (que en aquel momento se denominaba "es-que-los-niños-son-traviesos") durante toda mi etapa escolar.  Lo sufrí por partida doble: por empollón y por gay, dos delitos castigados con la pena capital: el ostracismo. Aun así, crecí desprejuiciado y, contra todo pronóstico, fui un niño muy feliz, aunque solitario.

 

La adolescencia cambió las reglas del juego y me llenó de amigos y experiencias inolvidables aunque, por primera vez, me vi obligado a mentir sobre mi identidad. Pasaron años hasta que sentí que estaba conquistando mi identidad sin que una mancha de vergüenza se extendiera por mis entrañas. En casa no hacían una fiesta, aunque, con el tiempo, aprendieron a estar ahí cuando los necesitaba. Marcharme a la universidad fue un regalo, pero llevaba tal jaleo en la cabeza que fue difícil saber qué estudiar. ¿Cómo iba a saberlo si aún no era quien era ni sabía quién quería ser? A pesar del terrible sufrimiento de aquellos años, fui afortunado porque encontré personas que me tendieron la mano sin más explicaciones. Y la jarana interna me la fui merendando yo mismo, en la soledad de mi habitación, leyendo y escribiendo, con Alanis Morissette y The Cure de fondo. Era una época en la que la comunidad LGTBIQ+ continuaba despertando, pero los pocos referentes disponibles seguían profundamente estigmatizados.

Estudié Psicología, aunque la abandoné porque me pareció que lo único que hacían era intentar ponerle puertas al campo. En su lugar, estudié Medicina, que a los 20 años y con un poquito de prejuicio, parecía algo más serio. Y me especialicé en Neurología pues, de un modo u otro, yo lo que ansiaba era saber cómo funcionaba el cerebro, la mente (si es que no son la misma cosa) y, si me apuras, ¡hasta el alma!

 

He trabajado más de diez años como neurólogo en el sistema público de salud español y lamento decirte que del alma ni rastro y que la psiquiatría, aunque me resulta apasionante, en la práctica deja el mismo sabor que una cápsula descafeinada de Hacendado cuando lo que querías era un buen café espresso. 

 

Mi camino de crecimiento personal empezó hace algunos años cuando, por necesidad y curiosidad, entré en contacto con el psicoanálisis freudiano y jungiano, más tarde con la terapia Gestalt y, finalmente, con la filosofía oriental y la práctica diaria de la meditación y el Hatha yoga.​ Durante este tiempo, mi pasión por la psicología y la filosofía se mantenía intacta, pero era un vicio que tenía que llevar en secreto porque, hace años, gente de apariencia muy seria me dijo que con ellas me moriría de hambre.

 

"He tenido la suerte de poder aunar todos mis conocimientos, provenientes de diferentes disciplinas, para crear así un estilo propio y muy personal de hacer coaching de vida."

Mi viaje de autoconocimiento ha sido sumamente enriquecedor: a ratos tortuoso, ecléctico, impredecible y apasionante. Quizá por ello me siga emocionando que alguien inicie o continúe el suyo conmigo.

 

El coaching llega a mi vida de una forma casual, a través la amiga de una amiga de un amigo. Y, atravesando varios países, aterriza en España para quedarse conmigo. He de reconocer que en aquel momento no tenía muy claro de qué se trataba, aunque me sentía enormemente atraído por él. Tiempo después, supe que la posibilidad de ayudar a las personas de un modo en el que todas mis pasiones confluyeran de una forma casi mágica (la psicología, la neurología, la lingüística, el desarrollo personal, la atención plena y la PNL) fue un regalo que me salvó en un momento muy particular de mi vida tras años de búsqueda silenciosa pero extenuante.

He tenido, hasta hace un tiempo, un mentor de vida muy especial: el que fuera mi psicoanalista durante años. Psiquiatra, psicoterapeuta y, durante más de dos décadas, jefe de Psiquiatría de un importante hospital en Suiza fue, por encima de todo, un hombre tremendamente sabio. No entendía la salud mental sin el desarrollo personal, ni la psicoterapia sin la dimensión relacional humana. Y es que él no trataba, él acompañaba. Y se movía feliz en la heterodoxia. Siempre me animó, a pesar de los pensares, a seguir este camino. Sus consejos, aun hoy, reverberan en mi conciencia con voz ronca y desgastado acento francés.

 

"¿Sabes? Puede que lo más importante en la vida sea aprender a beber de diferentes fuentes" —Hoy siento que estas palabras contienen mucha de la esencia de quien soy y todo el sabor del camino que me ha traído hasta aquí.

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